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Argentina | 15.09.2022  

La tentativa de magnicidio en perspectiva histórica: un desafío al pueblo todo

“Las horas aciagas que vive la Argentina tras el intento de magnicidio perpetrado en contra de la Vicepresidenta de la Nación nos exigen replantearnos una serie de cuestiones al interior del campo popular”, Osvaldo López.

Fuente: www.calidadtdf.com.ar

Partiendo de la base de aceptar que las y los odiadores históricos no dejarán de serlo, porque está en el ADN de la clase social a la cual pertenecen en función de los intereses que encarnan y defienden, las fuerzas del campo popular debemos conducir el proceso que la coyuntura nos presenta, porque somos la expresión política de la mayoría del pueblo que de tiempos inmemoriales resiste el abuso, la expoliación, la opresión; y a falta de nuestra conducción el desenlace será nuevamente terrible.

En tren de conducir el proceso histórico no alcanza con ganar las elecciones, pero con el gobierno a manos de la oligarquía retrocedemos más y el punto de largada de la reconstrucción cíclica, cuando nos toque, resiente nuestras expectativas en cuanto al punto de llegada. El salto cualitativo adelante no debería ser para estar donde ya estábamos antes de retroceder.

Debemos revertir una sangría de adherentes sin cuyos votos no podemos ganar, y sin cuyo acompañamiento aunque ganemos no tenemos la fuerza de la legitimidad para transformar en profundidad.

Si de representar a las clases sociales mayoritarias se trata, las clases medias y pobres somos una aplastante mayoría y si, en buen romance, democracia es gobierno de las mayorías, un gobierno oligárquico es claramente anti democrático.

A lo largo del S. XX, como síntesis local del liberalismo que dejó atrás a la monarquía entre 1810 y 1816, del proceso de organización constitucional que instauró el federalismo entre 1853 y 1880, y del constitucionalismo social o Estado de bienestar que de principios del Siglo avanzó en la incorporación de los derechos sociales y humanos, el radicalismo y el peronismo compartían la representación de esas mayorías y disputaban la alternancia en el gobierno inscribiendo las más ricas páginas de nuestra historia.

El campo oligárquico se aglomeraba en partidos minoritarios, al igual que la izquierda internacionalista, sin llegar a ser alternativas electorales con chances serias de ganar.

De ahí que la única alternativa de la derecha anti nacional, anti popular y anti democrática, para gobernar, era hacer un golpe de estado, cometer fraude, proscripción, genocidio.

Recuperada la democracia en 1983, estaba en pleno auge en el mundo el neoliberalismo; el modelo económico de las minorías se actualizaba, entre otras cosas incorporando la economía financiera, pero también en sus métodos de construcción y disputa de poder: los grandes partidos fueron cooptados y ya no hizo falta proscribirlos, el Plan Cóndor evolucionó al Consenso de Washington y los gobiernos justicialista y radical que sucedieron a Alfonsín le allanaron el camino a los otrora golpistas de adentro y de afuera, en un proceso de doce años que, empobrecimiento estructural de la mayoría del pueblo mediante, terminó en el estallido de 2001 2002, del cual se salió con el kirchnerismo a partir de 2003.

De la alternancia sucintamente referenciada, entre los dos principales partidos del campo popular, mientras el peronismo se actualizaba y se fortalecía con la agrupación liderada por Néstor y Cristina, el radicalismo se extinguía tras dos experiencias de gobiernos inconclusos. El tiempo dirá si le cupo alguna cuota de co-responsabilidad al peronismo en esa decadencia, o en no haber ayudado a evitarla, pero la consecuencia fue la necesidad de aliarse con el nuevo partido oligárquico para subsistir y acceder a alguna cuota de poder aunque sea simbólico: así fue como el heredero predilecto de la patria contratista se alzó con la presidencia en 2015, cosa que tal vez no ocurriera sin esa alianza que le posibilitó el centenario partido. Conclusión: perdió el campo popular en todas sus facciones, y esta vez por la vía democrática. Y esto no es un problema de un partido. Y poco vale atribuir/distribuir culpas.

Tras desandar CAMBIEMOS los caminos de la independencia económica y de la equidad distributiva transitados en la década ganada, el Frente de Todos a partir de 2019 intentó condensar esa ‘nueva mayoría’ que sin exclusiones por banderías partidarias debía dar cuerpo a ese ‘Frente Ciudadano’ propuesto por Cristina en abril de 2016 en el acto frente a los tribunales de Comodoro Py.

El nuevo gobierno tenía que enfrentar la sumisión sin precedentes e impagable al FMI, a lo cual se agregaron una pandemia y luego una guerra que tornaron globales algunos aspectos de la crisis. Se suman a las complicaciones económicas las propias de la variable política, con la exacerbación de las contradicciones no sólo entre los frentes oficialista y opositor, sino también al interior de cada uno de ellos y, por si no fuera suficiente, la persecución judicial a Cristina en el nuevo eslabón de la evolución colonialista como es el lawfare, y el intento de asesinato como exteriorización del odio gorila que se actualiza en clave Siglo XXI, de concentración mediática, redes sociales, trolls, bots, fake news y otras yerbas del capítulo local del rebrote mundial de expresiones de la ultra derecha autoritaria y xenófoba.

Entonces la autocrítica del campo popular debe hacerse con el norte de restablecer el bipartidismo que relega a la minoría oligárquica a su lugar, y pone el gobierno en manos de las mayorías, como garantía del orden democrático.

La tentativa de magnicidio moviliza a la sociedad que pacíficamente se manifiesta en repudio, con independencia de la persona individualmente victimizada, por la investidura y sus implicancias institucionales, en defensa de la democracia y la paz social, contra el odio y la violencia.

Siempre decimos que tenemos la responsabilidad de ver la oportunidad en la crisis y en este caso, de transgresión de todos los límites, la oportunidad es para la unidad nacional, la cual no se construye sobre un programa muy puntilloso donde aparezcan matices y diferencias, sino sobre tres o cuatro lineamientos básicos, que es lo más en lo cual podemos estar de acuerdo todos y todas los más de 45 millones de argentinos que, objetivamente, no revistamos en las filas de las clases oligárquicas. Esos ‘matices y diferencias’ serán materia de las legítimas disputas inherentes a la dinámica democrática que, exclusión de las y los golpistas mediante, gustosos jugaremos los dos partidos del pueblo con las demás agrupaciones aliadas en sendos frentes populares.

El peronismo y el radicalismo son los protagonistas de esa unidad nacional, y el peronismo es responsable de conducirla en la coyuntura en que hay que rescatar al radicalismo de la alianza con el enemigo de clase. Sólo mediante la alianza que el radicalismo le facilita, el macrismo puede volver a ser gobierno y entonces, va de nuevo, perdemos todos, todas y todes y no nos puede dar igual sólo porque los legítimos intereses personales y sectoriales en determinado momento no resulten beneficiados por la alternancia.

Se corrige entonces la posición de la grieta, que hoy divide al mismo pueblo en dos partes merced a la cooptación de una de ellas que, objetivamente popular, subjetivamente se autopercibe oligarca.

La línea divisoria va entre el pueblo que lucha por su liberación, y el anti pueblo opresor.

El ‘nunca más’ que, como dijo Strassera, pertenece a todo el pueblo, se actualiza y abarca, además de las formas conocidas de golpes de estado del S. XX, las nuevas formas de golpes blandos y, en general, todo atentado contra el orden democrático.

Ésta -me parece- es la contextualización que debemos hacer, del penoso episodio, y sus circunstancias y coyunturas: con perspectiva histórica, como un momento de un proceso, que le antecede por siglos y le sucederá. Apocarlo a una cuestión partidaria sería un error.

 

Abogado Osvaldo López, Senador Nacional (M.C.)

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