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Ecol. y M. Ambiente | 11.07.2016  

Más de 31 mil hectáreas de bosque son afectadas por el castor

Así lo determina un estudio realizado por un biólogo norteamericano, publicado recientemente. En colaboración con el CADIC se cuantificó el impacto del castor a escala del paisaje fueguino y establecieron que la superficie afectada es mayor que la afectada por incendios o talas para uso ganadero.

Fuente: www.elsurenio.com.ar

El castor, considerada la especie insignia entre las exóticas e invasoras de Tierra del Fuego, ocupa áreas que varían según el ecosistema donde construye su madriguera. El biólogo Jonathan Henn realizó un estudio en base a imágenes satelitales que consideró distintos factores de ocupación por parte del castor de acuerdo con la cobertura de vegetación, el tipo de bosque, los cursos de agua y la topografía.

En su artículo, publicado recientemente en la revista Biological Invasions, el biólogo explica –basándose en estudios realizados previamente– que la conducta del castor en el extremo austral del continente es similar a la desarrollada en Norteamérica, aunque de mayor impacto, principalmente por tratarse de ecosistemas que son “sorprendidos” –desde un punto de vista ecológico- por las costumbres de este roedor. Por ejemplo, áreas inundadas por los diques que ellos mismos construyen, pueden tardar más de 20 años en recuperarse y cuando lo hacen las plantas que prosperan suelen ser diferentes a las del bosque nativo.

El estudio se centró en cuantificar la superficie del sector argentino de la isla afectada por las actividades de la especie y que reflejan cambios visibles en las ecorregiones de Tierra del Fuego: zonas inundadas o bajo el efecto de cortes en distintos tipos de vegetación y cómo se distribuían estos impactos a escala de paisaje, a través del análisis de imágenes satelitales.

El resultado del trabajo muestra que un total de aproximadamente 31.500 hectáreas han sido afectadas por el castor, lo cual representa un 1,6% de la superficie del sector argentino de la Isla Grande de Tierra del Fuego. Al subdividir el área total según la ecorregión, la proporción varía: en la estepa es de apenas un 0.1%; en el ecotono alcanza un 1,5% y en la zona montañosa-boscosa es donde ocupa un 2,8%.

“Pudimos demostrar que la superficie de bosque afectada supera la que se sometió a uso forestal desde la llegada de los europeos, que es de 31.000 hectáreas”, sostiene Henn en su artículo, en el cual también menciona que “también es mayor que los bosques afectados por otros impactos como incendios o talas para uso ganadero” que alcanzaba unas 21.000 hectáreas en 2001. A esta realidad debe sumarse que los bosques afectados por castores son exclusivamente los ubicados en zonas ribereñas, lo cual les confiere un valor ecológico especial. Del total de la red fluvial del sector argentino de la isla se estimó en un 9,5% la longitud afectada por la especie invasora. Por esta razón, la invasión del castor en Tierra del Fuego es aún más notable, considerando que su impacto representa la modificación de mayor envergadura sufrida por el bosque subantártico, desde su expansión luego del retiro de los últimos glaciares, ocurrida hace varios milenios.

Sin embargo, a pesar de la relevancia de estas cifras, enuncia el autor que esta metodología esconde parte de la realidad ya que al verificar en terreno –para algunos casos- lo observado a través de las imágenes se pudo conocer que gran parte de las áreas afectadas permanecen cubiertas por la vegetación. Al respecto, un estudio citado en el artículo, desarrollado en el sector chileno de la isla estimó la superficie total afectada en un 8,4%. “Los resultados del trabajo no deben analizarse sin tener en cuenta esta verificación y nuestra estimación debe tomarse como un mínimo”, afirma Henn, con lo cual la superficie afectada es indudablemente superior a la detectada con este método.

También es importante el aporte que la investigación realiza con respecto a las preferencias del castor en relación a la cobertura de vegetación, cursos de agua y topografía, que pueden contribuir a la definición de prioridades en cuanto a los esfuerzos a la hora de restaurar áreas o de instalar trampas para el control de la especie.

 

 

 

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