Régimen Industrial de Tierra del Fuego: Entre el desconocimiento y la descalificación (*)
En los últimos días y por distintos medios, tuvimos acceso a diferentes opiniones relacionadas con la siempre necesaria y pendiente discusión acerca del Régimen Industrial de Tierra del Fuego. Un debate en el cual creemos que debemos participar obligadamente dada nuestra condición de profesionales vinculados, desde hace tres décadas, a la industria fueguina y además a la educación y a la política en el ámbito universitario.
Por eso, hoy y aquí intentaremos analizar, no la cuestión central sino solamente algunos de los elementos tangenciales a ella, como: “la calidad”, “el precio” y “el valor agregado”, relativos a los productos de electrónica de consumo fabricados en Tierra del Fuego.
Puede leerse en el link http://www.lanacion.com.ar/1932461-la-reconversion-del-regimen-industrial-de-tierra-del-fuego, nota editorial del 29/8/16 del diario La Nación, que: “se debe impulsar la inversión acompañada de tecnología”...y que además: “se debe reconvertir actividades y sectores poco o nada competitivos”.
Analicemos con detenimiento este punto. ¿Cuál es el fundamento empleado para formular tales aseveraciones? Si usted lee la nota podrá observar que al inicio el cronista establece una muy forzada relación entre la “fabricación de un celular en la isla” y una “observación” del ministro de Comunicaciones, Oscar Aguad quien “se refirió al `problema’ que significa Tierra del Fuego para el desarrollo tecnológico de la Argentina”.
Utilizando esta argucia, se pretende que se asocie un concepto social y político: “desarrollo tecnológico nacional” (introducido por medio de la referencia a la desatinada “observación” del ministro) con otra potente imagen mental instalada en el imaginario argentino: la de “un celular fabricado en Tierra del Fuego”. Lo sintetiza claramente la propia opinión del ministro: la industria fueguina es un problema (obstáculo) para el desarrollo tecnológico del país.
No estoy de acuerdo en este punto: un celular (o cualquier otro producto) fabricado en nuestra isla no constituye, por sí mismo, una de las múltiples causas del estado actual del “desarrollo tecnológico del país”, ese es un tema que requiere un planteo completamente diferente.
Opino además que el editorialista mixtura aquí ambos términos conceptuales sólo a efectos de alimentar y manipular convenientemente los efectos que activa en “la gente” el mito popular sobre “la calidad” de los productos elaborados por la industria fueguina.
Señores, terminemos de una buena vez con esta insistente descalificación carente de fundamentos: para una marca comercial y un modelo dados, los productos electrónicos que se fabrican en la isla de Tierra del Fuego cumplen necesariamente con las mismas especificaciones técnicas que aquellos que se elaboran en cualquiera de las fábricas de electrónica de consumo del mundo (que tampoco son muchas, debemos precisar).
Para llegar al estado actual de la industria fueguina, los fabricantes debieron invertir en el equipamiento tecnológico indispensable (y en los recursos humanos inherentes a la operatividad de los mismos) que les garantizara esta capacidad industrial. Desde luego, si un establecimiento industrial pretendiera fabricar productos de más alta gama (o “de mayor calidad” como antiguamente se solía expresar) obviamente debería equiparse consecuentemente. Este principio elemental es válido para cualquier rama de la industria y en cualquier país productor del planeta.
Reforzando lo antes dicho: para un mismo producto electrónico de la misma gama, el proceso de producción y la tecnología asociada, son los mismos, en Tierra del Fuego ó en el sudeste asiático ó en Manaus. Siendo redundantes, y en otros términos: los modelos idénticos cumplen las mismas especificaciones técnicas y se ajustan a los estándares aplicables en cualquier lugar del mundo en el cual ellos son ensamblados.
Por otro lado y sin perder el foco, introduzcamos una breve digresión para insistir: el “desarrollo tecnológico del país” es otro tema, como también es un tema diferente el de “la reconversión de las actividades industriales”. (Y por supuesto, ellos merecen discutirse igualmente, en profundidad y con seriedad)
Retomando nuestro estudio de la nota periodística de marras, notemos también como el verbo “ensamblar” se emplea, en el marco de esta discusión, de una manera peyorativa, despectiva y con un tono descalificador. Muchas personas proceden así porque son solamente ignorantes, pero otras tienen una manifiesta y definida doble intención. La realidad es que una “industria electrónica” conteniendo todas las etapas del proceso de producción (ensamblado) no existe en el mundo. ¿O acaso deberíamos, partiendo de la arena de la playa, depurar el silicio, fabricar nanocircuitos integrados y luego “ensamblarlos” conformando un producto electrónico para que los acusadores dedos de “los periodistas de los grandes medios nacionales” dejen de señalarnos a “los fueguinos industrialistas” como “ineficientes”, “incompetentes” y “deficitarios”?
Continuando con el análisis argumental: podemos detectar un segundo componente de la gran falacia en el mismo párrafo cuando se intenta ligar este supuesto “atraso tecnológico” con “la calidad” y con “la competitividad” (!) para inducirnos a arribar, coincidente e “inevitablemente”, a una lapidaria afirmación. Porque… ¿cuál es la conclusión “evidente” que el editorialista del diario La Nación extrae de aquel “fundamento” arrimado por el ministro Aguad? Pues, nuestro anónimo opinante inmediatamente concluye que: “Adquirir hoy en la Argentina un teléfono celular o una computadora resulta mucho más caro que comprarlos en el exterior”.
Estemos atentos a este artero argumento, utilizado con pasión y perseverancia por nuestros adversarios. El Lic. Fabio Seleme razona acertadamente, puesto que los precios de los productos terminados elaborados en cualquier mercado externo dependen de la política arancelaria adoptada en el país comprador. Es decir, el “precio de los productos importados” es una decisión política y no guarda relación: ni con el “atraso tecnológico” que acaba de descubrir y denunciar escandalizado nuestro perplejo ministro de Comunicaciones, ni con la falsa “competitividad” que enarbolan algunos periodistas formadores de “la opinión de la gente”.
Por supuesto, no es inocente ni casual el hilo argumental que se sigue a través de los hitos que venimos identificando: “atraso tecnológico”, “baja competitividad” y “productos caros”, los mismos conducen hacia otra conclusión también “inevitable” a la que arribará toda “la gente” que se informa a través de tales medios y vociferará ofendida: “¡tenemos que dejar de subsidiar a los aprovechadores que pueblan esa ignota isla sureña!”
Si usted lector, que me acompañó hasta aquí en el razonamiento, cree exagerada mi afirmación, por favor, lea con atención y detenimiento lo que dice a continuación la misma editorial del diario porteño:
“El llamado Polo Tecnológico de Tierra del Fuego es criticado por la utilización de una altísima proporción de insumos importados para, en definitiva, terminar ensamblándolos con muy escaso valor agregado.”
Aquí se ve clara la otra componente insidiosa de esta tremenda mentira argumentativa: la industria de Tierra del Fuego presenta “muy escaso valor agregado”. Ante tal aseveración, no podemos dejar de preguntar: ¿Nos podría decir el editorialista qué datos consultó para llegar a esa conclusión? ¿Dónde están, o quiénes son, sus fuentes? ¿Nos podría mostrar cuáles son los números que justifican su opinión?
Para poder emitir un juicio categórico él debería conocer el valor monetario, correspondiente a un periodo de tiempo dado, de los insumos importados que ingresaron al Área Aduanera Especial (AAE) y contrastarlo luego con el valor monetario de los productos terminados (que utilizaron dichos insumos) exportados hacia el Territorio Nacional y/o hacia el exterior desde el AAE.
En la Facultad Regional Río Grande se desempeñan docentes investigadores que vienen trabajando seriamente y con mucho esfuerzo tratando de acceder a estos datos fundamentales. Sería muy positivo que los “periodistas”, que tan livianamente opinan, alguna vez consulten esta información preliminar, así podrán sostener públicamente que el agregado de valor en Tierra del Fuego es “muy escaso”, pero a partir de fundamentos sólidos y verificables. Aunque quizá los datos de la realidad económica de la isla los podrían sorprender tanto como el “desarrollo tecnológico extranjero” azora e impresiona al ministro nacional que nos considera un “problema”.
La nota del diario La Nación del 29 de Agosto esgrime además otros argumentos en nuestra contra y que merecen atención, análisis y cabal discusión. El tema atañe a nuestros proyectos de vida, y como el mismo periódico unitario lo expresa: “todo cambio debe permitir una gradualidad que contemple la adaptación de quienes trabajan, habitan y producen en Tierra del Fuego”. Damos gracias por tal consideración.
Nosotros continuaremos, aquí y adonde vayamos, con esta “discusión”, que quizá aún ni siquiera ha comenzado realmente, pues se trata de discurrir acerca de cuáles serían las Políticas de Estado que beneficiarán al conjunto de la sociedad fueguina. Un debate que se debe dar a partir de la ideología y de los intereses que cada uno adopte, reconozca y asuma, pero sin falacias ni distorsiones y sobre todo, sin subestimar a nadie.
(*) Ing. Abraham José - Secretario de Ciencia, Tecnología y Posgrado, Facultad Regional Río Grande, Universidad Tecnológica Nacional.
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